diciembre 02, 2016

Algunas cosas se aprenden con fuego

Hace una semana fue lo de mi quemadura. En mi casa, el jueves en la noche. Gas paseando invisible en el horno. Fósforo. Pum. Vi la llama poderosa venir hacia mí, pero no hubo tiempo de nada. Pánico. Ardor intenso. Mi mano y el brazo derecho. Mi cara, intacta. Mis ojos, a salvo. Los lentes me protegieron. Mi mamá, sin heridas. La primera hora fue la más penosa. El auxilio vino pronto, de rostros familiares. Tomate fresco y pomada para quemaduras. Pastilla para el dolor. Gasa. Abrazos. Una oración.

Ha pasado ya una semana. Las ampollas no se me reventaron sino se desinflaron (es mejor!), y ahora solo estoy esperando que se me caiga una costrita que se formó y que salga la nueva piel. La piel que tenía abierta ya está sanando. He podido hacer mis tareas en la compu y hasta viajé a El Salvador dos días después. Aquí estoy escribiendo estas líneas con los dedos afectados que se van recuperando. Me he sentido cuidado y querido por Raquel. Desde ayer dejé de usar la gasa, aunque tengo que continuar los cuidados básicos. Las marcas en mi mano y brazo están allí y seguirán por un buen tiempo. En cambio, mi rostro no tuvo más cambio que unas cejas menos frondosas –se me chamuscaron un poquitín. Mi pelo se quemó apenas de unas orillas y se nota solo al tocarlo.

Hubo algo en mí que se quedó inmediatamente conmovido después de que todo pasó y después de que hice el recuento de daños. Era claro que me había salvado de algo mucho más grave, y sentí gratitud. Pero también hubo algo más. Mientras estaba en la cama, ya “en-gasado” (:p), apenas una media hora después del incidente, me sorprendí a mí mismo haciendo algo terrible: sin pensarlo, ya andaba mirando mi Facebook en el teléfono. Estaba viendo la novedades, como pasando página, consumiendo nuevas noticias, como si lo que me había pasado no fuera suficiente noticia para permanecer en esa página, como si el ardor que sentía en el brazo no fuera suficiente para enfocarme en mi propio dolor, como si ese destello de gratitud genuina que brotó en mí no valiera la pena cultivarlo en el alma un segundo más. No. Había que seguir. Seguir, seguir, seguir en este mundo que no se detiene.

Esta cultura de oportunidades increíbles de comunicación y acceso a la información, también es la cultura de lo instantáneo, y también la cultura del “zapping” (esa tendencia de pasar tiempo solo cambiando de canal en la tv – o de noticias, o de páginas de internet). El asunto es que ahora estamos haciendo un “zapping” frenético entre emociones, estados de ánimo y situaciones humanas. Esto es parte de lo que denuncia Enrique Rojas en "El hombre light" (escrito hace 20 años pero ya anticipaba esto).

No estoy en contra de la tecnología o redes sociales; lo que me preocupa es cuánto nos anestesian. Ahora podemos darnos el “lujo” de cambiar de canal si nos sentimos incómodos, de distraernos con mil imágenes, videos y las incesantes actualizaciones que hace la gente de nuestra red, con el resultado de –o con tal de-desconectarnos de nuestras emociones. Es como inyectarse para no sentir. Es como una droga. La cuestión es que no lo hacemos solo con la tristeza, sino con la alegría o gratitud, incluso con la esperanza! 




diciembre 28, 2013

Festival de Arte por la Justicia - Una reseña




*Esta reseña va dedicada a todos l@s GEUistas con quienes compartimos este maravilloso proceso de vida.


Como grupo local del Grupo Evangélico Universitario (GEU) en la Ciudad de Guatemala, emprendimos un proyecto llamado Festival de Arte por la Justicia “Guatemala queremos transformarte”. Lo que sigue es una reseña de esta experiencia.

CONTEXTO

En nuestro país, la justicia se ha convertido en una palabra preciada y en un deseo profundo de cada guatemalteco/a. Y no sin razón. Guatemala es un país socialmente convulsionado y acechado por la violencia, la corrupción, la desigualdad y el racismo. La injusticia es visible a nivel social, político, étnico, económico, cultural, y más. A su vez, Guatemala es un país profundamente religioso (en su vasta mayoría cristiano – católicos y evangélicos). La disparidad entre la realidad religiosa y la realidad social, ha causado que muchas personas –entre ellas, muchos estudiantes universitarios- se sientan decepcionadas de la religión. En general, los evangélicos son percibidos como gente que apenas se interesa –o que simplemente no se interesa- por el cambio social y/o la justicia. Con pesar hay que reconocer que esta percepción negativa, si bien no siempre corresponde con la realidad, muchas veces sí. De esa cuenta, muchos han perdido el interés en el cristianismo.

En este contexto, como movimiento estudiantil cristiano, es vital conectar con la universidad de una manera creativa y relevante. No para presentar una versión ‘alternativa’ del cristianismo (pues no la hay), sino para hacer justicia al mensaje cristiano y presentar la verdad que transforma la vida individual y la vida en sociedad. ¿Cómo hacer esto en la universidad hoy? ¿Qué áreas de interés compartimos los estudiantes universitarios, cristianos y no cristianos? ¿Qué dice la Biblia y el evangelio acerca de nuestra realidad social? ¿Hay esperanza?

Con estas preguntas en mente, la justicia y el arte surgieron como dos áreas clave en las que los universitarios en general compartimos un amplio interés. Más aún, dos áreas sobre las que la Biblia tiene mucho qué decir. Dos áreas que podíamos conectar y unir para realizar una contribución a la universidad y la sociedad, así como un impacto para el reino de Dios. En una vigilia de oración que tuvimos en mayo 2012, nació el sueño de organizar “algo así” como un Festival de Arte por la transformación y justicia.

EL PROCESO DE PREPARACIÓN

Desde sus comienzos el proyecto fue abrazado por el grupo. Quizá con temor, pero con mucha fe. Con tanta fe, que estábamos pensando organizar el Festival en octubre del año pasado (¡organizar todo en 3 meses!). Por una serie de razones –la principal siendo el cierre de la universidad por un poco más de dos semanas en agosto- decidimos trasladar el Festival para el presente año. Sin embargo, providencialmente, una puerta se abrió en la Escuela de Ciencia Política en Octubre 2012. A través de Anaely Sáenz, estudiante de sociología, a GEU le fue delegada la organización del “Festivalito” anual que promueve la Asociación de Estudiantes de Ciencia Política. El Festivalito fue una linda oportunidad para involucrarnos con el arte y el tema de la transformación (llevó por nombre “El arte como motor de transformación”). GEU se encargó de la logística y la Asociación contribuyó con los recursos. Fue un evento muy animado y apreciado por el estudiantado. Pudimos constatar el valor del arte como medio de deleite y canal de expresión y denuncia. Fue una manera muy especial de conectar con la universidad y de mostrar un compromiso cristiano de formas no convencionales – restaurando un simbólico mural de la Escuela de Ciencia Política, por ejemplo. La CIEE (Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos) publicó dos artículos de esta primera iniciativa, en base a los relatos sobre la experiencia escritos por dos geuistas (http://ifesworld.org/blog/2013/01/transformando-a-travs-del-artehttp://ifesworld.org/blog/2013/03/sirviendo-a-la-universidad) Realmente fue una iniciativa que Dios bendijo, y una muy valiosa experiencia de la que aprendimos mucho.

El proceso siguió, y a finales del año pasado conformamos un equipo estudiantil para organizar el “Festival de Arte por la Justicia”. Jhonny Corado, estudiante de arte, asumió con valentía el desafío de ser el coordinador general del Festival. Luego nos dividimos en diferentes comisiones para trabajar en la organización del Festival. Pero sabíamos que Dios nos estaba llamando para mucho más que simplemente organizar un evento: estábamos siendo invitados para entrar en un proceso transformador, en el que conoceríamos mejor a Dios, nos embarcaríamos en un viaje para entender el significado de la justicia, tendríamos un contacto más cercano con nuestra realidad social y nos comprometeríamos con el llamado de Dios a la justicia. Sería un proceso en donde conoceríamos, en palabras de Carl F. H. Henry, al “Dios de la justicia y de la justificación”. Es así que el Festival se convirtió en un proceso más integral, en el que el servicio y el discipulado serían desarrollados en el camino, junto a la conexión con la universidad y el evangelismo.

A principios de este año, la oficina de la Misión Internacional de Justicia (IJM) en Guatemala nos donó 20 copias del libro “Buenas nuevas acerca de la injusticia”, el cual leímos y discutimos con el equipo organizador en un espacio de 5 meses. Fue una excelente manera de acercarse a la justicia bíblica y a la realidad de injusticia en nuestro mundo, así como para llenarnos de esperanza por la justicia y por el reino de Dios. Seguimos agradecidos por ese regalo. Paralelamente, organizamos tres visitas a lo que llamamos “lugares de injusticia”, con el objetivo de tener un acercamiento más real con nuestro contexto, reflexionar sobre él a partir de nuestro compromiso cristiano, y agregar experiencia vivida a lo que estábamos aprendiendo a través del libro. Como primera experiencia, compartimos con familias de escasos recursos en los alrededores del relleno sanitario de la ciudad -mal llamado “Basurero” de la zona 3. En la segunda visita fuimos al Cementerio General, en donde tuvimos un acercamiento alternativo a la historia de nuestro país, y desde donde pudimos observar más de cerca el relleno sanitario y la dinámica social que se genera alrededor de él (el relleno sanitario se encuentra al final del Cementerio General, con libre acceso). Finalmente, en la tercera experiencia, nos unimos a una manifestación llamada “Yo trabajo por la justicia” en el marco del Día Internacional del Trabajo y el juicio por genocidio. En esa oportunidad, compartimos con jóvenes de diferentes universidades que desean luchar por la justicia. Cada una de estas experiencias fue transformadora.

A la par de este proceso de inmersión en la justicia, comenzamos a trabajar propiamente en la organización del Festival. Era un desafío grande, pues se trataba de organizar un evento que llegara a toda la universidad. Nuestros objetivos centrales eran dos: primero, proveer un espacio para los estudiantes universitarios, en el que expresaran su visión de la justicia por medio del arte (literatura, teatro, música, fotografía y pintura); segundo, como GEU, crear propuestas artísticas originales con el tema de la justicia, desde una cosmovisión cristiana.

El Señor nos mostró su buena mano de comienzo a fin. En febrero enviamos una carta a las autoridades universitarias, solicitando el Aula Magna (coloquialmente llamado “El iglú”), y por gracia obtuvimos una respuesta positiva. Fue maravilloso que aceptaran la propuesta de un grupo evangélico y nos concedieran este auditorio especial. Organizamos esta actividad en el campus central de la Universidad Nacional (Universidad de San Carlos de Guatemala), la más grande en nuestro país (alrededor de 80,000 estudiantes). Este año, el rector denunció un déficit presupuestario, a raíz de una transferencia menor de fondos de parte del gobierno. La universidad se estaba quedando sin fondos. GEU presentó el proyecto a las autoridades en esta coyuntura, y no sólo aprobaron el uso del Aula Magna, sino como iniciativa suya, le otorgaron fondos a GEU para imprimir los afiches con la publicidad del Festival que colgamos en la U. Fue increíble.

Una página de facebook fue creada para promocionar el Festival (https://www.facebook.com/pages/Festival-de-Arte-por-la-Justicia/155021907989858). Fue muy bien recibida y nos ayudó a que la información del evento llegara a muchas personas. Las publicaciones desde la página ya invitaban a pensar sobre la justicia. El equipo de publicidad hizo un trabajo excelente y muy profesional, diseñando un logro muy atractivo y diferentes tipos de publicidad creativa como banners, afiches, cartas para los participantes, etc. Un video muy creativo fue grabado en diferentes puntos de la universidad para invitar a los estudiantes artistas a participar en el Festival. Un equipo trabajó en la inscripción de los artistas y otro equipo cuidadosamente trabajó en organizar el horario del evento. El proyecto que conllevaba mucha logística, pero el equipo de estudiantes asumió el desafío con esmero y excelencia.

Por otro lado, un grupo de estudiantes preparaban la propuesta artística de GEU para el Festival. Dios nos dio un regalo maravilloso en las vidas de Benjamín Hernández y Hendi Espino, una joven pareja que sirve al Señor como obreros en COMPA (el movimiento estudiantil cristiano en México). Benjamín estudió teatro, ha escrito guiones y ha dirigido varias obras. Como equipo, acordamos en contactarlos e invitarlos a Guatemala. Queríamos que nos ayudaran a preparar una obra de teatro con el tema de la justicia. Sabíamos que iba ser un desafío financiero traerlos aquí, pero tomamos un paso de fe. Ellos recibieron la propuesta con emoción, aceptaron venir, y llegaron dos semanas antes del Festival, para preparar y practicar la obra con un grupo de estudiantes de GEU. ¡Incluso levantaron los fondos para cubrir casi todo el costo de sus boletos! Fue un gran gesto de generosidad. Benjamín escribió el guión basado en la carta del apóstol Pablo a los Romanos, con el tema de justicia como eje transversal. El Festival fue así una oportunidad singular de colaborar en el evangelio entre los movimientos de Guatemala y México. Fue una bendición grande tener a esta pareja entre nosotros. Además de ayudarnos a preparar la obra, Benjamín y Hendi nos compartieron un estudio bíblico, colaboraron en muchos preparativos y nos compartieron su vida. Nuestra región CIEE (México, Centro América y Panamá), así como otros grupos alrededor del mundo, se unieron a nosotros en oración. Contar con su constante ánimo y apoyo a la distancia fue un regalo invaluable. La oración fue vital durante todo el proceso, uniéndonos y sosteniéndonos, inspirándonos a depender de Dios en todo.

Hemos sido realmente bendecidos por Dios al contar actualmente con una generación de artistas muy talentosos en GEU. En el área de la música, Jhonny Corado escribió una canción llamada “Guatemala te quiero feliz” y junto a Alex Ortiz y otros músicos, hicieron una grabación profesional de esta canción, que expresa una visión de esperanza y justicia para nuestro país. Es una canción con la que todos los guatemaltecos pueden identificarse, y que todos pueden cantar. La llamamos la ‘canción lema’ del festival. Fue subida a internet y compartida en Facebook, y muchos estudiantes la escucharon (es posible escucharla aquí: https://soundcloud.com/geusuena/guatemala-te-quiero-feliz). La canción fue muy apreciada por tod@s. Fue también una excelente manera de invitar a l@s estudiantes a unirse al Festival y cantar con nosotros ‘Guatemala te quiero feliz’. Además de la obra de teatro y la canción, GEU también preparó una propuesta muy creativa en el área de fotografía. La propuesta consistió en una serie de fotografías de estudiantes en la Plaza de la Constitución, plasmando situaciones y anhelos de justicia. Otro grupo de estudiantes presentó una coreografía basada en una canción que conectaba con el tema de la justicia, y preparó una pequeña reflexión para leer al final de la presentación. Además, un discurso sobre la justicia fue adaptado para leerlo el día del Festival. En el área de pintura, una sopa de letras con palabras relativas a la justicia e injusticia fue pintada sobre cinco grandes planchas de madera. Las palabras alusivas a la justicia fueron encerradas en un círculo para resaltarlas. El resultado final fue una serie de biombos bellamente pintados con los colores del Festival, que funcionaron como el fondo del escenario durante todo el Festival. Fue un trabajo arduo y paciente, en el que colaboraron muchos estudiantes. Sólo por la gracia de Dios pudimos terminarlo a tiempo. Igualmente, los preparativos para la exposición de pintura y fotografía, el sonido, los diplomas, logística, programa, ensayos, publicidad y muchas otras tareas, requirieron un trabajo colectivo y solidario.

En estos días previos al Festival compartimos mucho, nos quedamos en la sede GEU varias noches, y fue un precioso tiempo trabajar en equipo, comer juntos y conocernos mejor. Nuestras interacciones no estuvieron libres de algún malentendido, roce o desacuerdo, pero prevaleció el amor, y eso también fue un regalo. La energía, pasión y creatividad para Dios desplegada por los estudiantes fue extraordinaria. Aún en medio de entrega de trabajos y exámenes finales, dedicaron mucho tiempo y esfuerzo. Cuando sentíamos que ya no dábamos para más, venía a nosotros Isaías 40: 29-30: “Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”. Fue hermoso ver cómo en medio de nuestras limitaciones y nuestra inexperiencia, Dios estaba bendiciendo este proyecto.

EL FESTIVAL

El miércoles 15 de mayo finalmente llegó. Muchos estudiantes habían respondido a la convocatoria, inscribiéndose en las diferentes categorías de arte. ¡El programa estaba lleno! Incluso tuvimos que declinar algunas propuestas que llegaron al final, pues simplemente ya no había espacio. El Festival había emocionado a la comunidad universitaria, y había expectativa.

A pesar de ser semana de exámenes finales para muchos, poco a poco la gente fue llegando. Las fotografías y las pinturas estuvieron en exposición permanente, para que los estudiantes pudieran pasar cuando quisieran. Además, dos biombos grandes pintados de blanco con la pregunta “¿Qué se necesita para ser justo” fueron colocados para que los estudiantes, por medio de la pintura, expresaran sus ideas. Al final del día, los biombos estaban repletos con expresiones artísticas como respuestas a la pregunta propuesta. Para el programa en el Aula Magna, fueron organizados tres diferentes horarios: mañana, tarde y noche, con una pausa al mediodía. En cada horario dejamos espacio para las presentaciones artísticas de GEU, con el fin de que una buena cantidad de estudiantes pudiera ver una o varias de las presentaciones.

Las horas pasaron y muchos estudiantes asistieron. Al final del día, más de 100 personas habían estado en el escenario (alrededor de 40 diferentes participaciones), expresándose sobre la justicia a través del arte. En total, aproximadamente 600 estudiantes participaron en el Festival, contando a los artistas, a los que llegaron a ver las presentaciones y a los que sólo pasaron por la exposición de pintura y fotografía. Asimismo, tuvimos la alegría de contar con obreros y estudiantes de los grupos de GEU Xela y GEU Chiquimula, quienes viajaron para apoyar el Festival.

Al momento de presentarse, muchos artistas expresaron su agradecimiento por el espacio que el Festival había abierto. Fue evidente que los estudiantes tenían muchísimo qué decir acerca de la justicia. Estábamos asombrados de la creatividad de los diferentes artistas y grupos, y fuimos llevados a reflexionar y a aprender de sus presentaciones. Diferentes visiones de la justicia fueron expuestas, pero había un anhelo general y un clamor común por justicia. Las presentaciones fueron muy significativas, aunque en varias de ellas se percibía una falta de esperanza. Los estudiantes denunciaban la injusticia y clamaban por justicia, pero muchos se quedaban ahí: la esperanza parecía ausente y la justicia inalcanzable. ¡Ahí se abría un espacio valiosísimo para decir algo diferente! Qué gran esperanza tenemos en un Dios que es justo, que nos declara justos en Jesús, y a través de quien podemos convertirnos en siervos de la justicia y aspirar a una realidad diferente. Qué maravilloso mensaje Dios ha puesto en nuestras manos. El Festival abrió la preciosa posibilidad de compartir un poderoso mensaje de esperanza en una sociedad que ha empezado a perder la esperanza.

Un geuista comentaba que durante el Festival se percibió un sentimiento de unidad universitaria, algo difícil de experimentar o encontrar en otros espacios. Un reportero del periódico de la universidad se acercó y nos entrevistó. Estaba muy interesado en GEU e hizo muchas preguntas. ¡Posiblemente salga una nota sobre el Festival en el siguiente número del periódico de la U! También, una joven de una revista de arte tomó algunas fotos del evento y entrevistó a algunos estudiantes.

El público disfrutó la exposición de fotografía y pintura, y se llevó una impresión muy grata de todo el Festival. Una de las preguntas más frecuentes fue: ¿Quién organizó esto? Cuando a un catedrático de la universidad le dijeron que estudiantes de GEU, un grupo cristiano universitario, eran los organizadores del Festival, se sorprendió y dijo: “Esto es muy relevante, pues normalmente los cristianos no se involucran en nada de esto”. Repartimos casi 500 separadores con una breve reflexión sobre la justicia, y cerramos con Mateo 5:6: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.” Esta fue otra manera relevante en la que pudimos hablar acerca de la justicia desde una perspectiva cristiana y además obsequiar a los estudiantes un pequeño recuerdo del Festival. Los separadores nos ayudaron también a crear un espacio para entablar diálogos significativos con los estudiantes. Para la gloria de Dios, la propuesta artística de GEU fue muy bien recibida por el público. El arte fue disfrutado, y el mensaje del evangelio llegó a muchos. La obra de teatro fue una oportunidad extraordinaria para conectar con la justicia, señalar a la humanidad como fuente de injusticia, y presentar a Jesús como el modelo de justicia y el camino de la justificación y la justicia. Las participaciones de GEU en danza, música, fotografía, literatura y pintura, transmitieron un mensaje poderoso.

Sin duda, el Festival nos permitió desafiar paradigmas negativos acerca de los cristianos, el cristianismo y el Dios de la Biblia. Estamos seguros que esto también es parte de nuestra misión: somos llamados a alcanzar estudiantes con el evangelio, pero muchas veces este llamado involucra primero romper las barreras que los estudiantes puedan tener respecto al evangelio, para que puedan estar abiertos a su mensaje. El Festival fue una oportunidad muy significativa de hacer precisamente esto. ¡Sin duda fue un testimonio para nuestros compañeros que no adhieren a la fe cristiana! Y lo fue también para los cristianos. Muchos estudiantes cristianos fueron impactados, animados en su fe, y desafiados a la justicia. También fueron desafiados a ver la universidad como campo de misión. Confiamos en que, a partir de esta experiencia, algunos de ellos se unirán a la misión estudiantil en GEU y sobre todo, a la misión de Dios en el mundo, de una manera más integral.

Ese día lo terminamos con una gran alegría y un profundo agradecimiento al Señor. Nuestro mayor gozo venía de saber que el nombre de Jesús había sido glorificado a través del Festival y que en su nombre habíamos impactado la universidad. Damos gracias a Dios por darnos la posibilidad de ser parte de sus planes y propósitos en las universidades de Guatemala. Le damos gracias por permitirnos conectar con la universidad y experimentar y compartir su amor y justicia a través de este proyecto. Le damos gracias por su justicia y por la esperanza que tenemos en Él. Y damos gracias por las oportunidades que este evento ha abierto. Queremos reconocer a cada un@ de los estudiantes, profesionales y amig@s que colaboraron para la realización del primer Festival de Arte por la Justicia “Guatemala queremos transformarte”, y a todos aquellos que se unieron a nosotros a la distancia. Gracias por aportar para que este proyecto se convirtiera en una realidad que ahora nos sigue invitando a soñar…

“Tú nos has traído hasta aquí…tu viento ha soplado, con poder y verdad. Y hasta donde bien nos quieras llevar, que en nosotros hable tu voz y brille tu vida, y vengan tu justicia y tu paz”

“Quién sino tú” - Santiago Benavides


LO APRENDIDO

En cuanto a una perspectiva bíblica de la justicia

1.       El mundo está lleno de injusticia a causa de la injusticia de los seres humanos. La justicia de Dios (justificación) a través de Jesús es justo lo que necesitamos para ser justos y buscar la justicia en todas las áreas de la vida. La justicia comienza con una relación correcta con Dios, posible a través de Jesucristo. La justicia de Dios, cuando se recibe plenamente, se traduce en vidas justas y en relaciones justas entre los individuos y a nivel de la sociedad.

2.       Dios ama la justicia y detesta la injusticia. Como cristianos tenemos la esperanza segura que la justicia total será establecida un día, pero mientras tanto somos llamados a buscar y hacer justicia. Vivimos en un mundo realmente injusto, pero hay posibilidades reales de justicia, y los cristianos somos llamados a trabajar por ella.

En el proceso de preparación y el evento

1.       Como movimiento estudiantil de la CIEE en Guatemala, aprendimos sobre de la importancia de involucrar a los estudiantes en procesos alternativos de discipulado. En GEU tenemos un programa de discipulado que es fundacional a nuestro trabajo, pero el Festival nos ayudó a darnos cuenta que necesitamos explorar nuevas maneras para enriquecer este proceso y conectar más profundamente con nuestra fe, nuestra universidad y contexto. El proceso del Festival (casi un año) proveyó maneras valiosas de conectar con y servir a la universidad, compartir el evangelio, crecer como comunidad, profundizar nuestro conocimiento de la Palabra, crecer en compromiso con la justicia y servir a nuestra sociedad.

2.       El proceso nos volvió más conscientes de nuestra realidad social. Hemos aprendido más de cómo verla con los ojos de Dios y cómo sentirnos respecto a ella. Dios ha empezado a desarrollar en nosotros un corazón por su justicia y por la justicia en nuestras vidas, en la universidad y la sociedad.

3.       Redescubrimos el valor del arte como medio de disfrute y de transformación, así como una poderosa manera de construir puentes entre nuestra cultura y el evangelio.

4.       El festival fue una gran oportunidad para que los estudiantes desarrollaran sus dones, pues fue un proyecto que involucró diferentes tareas y habilidades. Fue un espacio para aprender sobre el trabajo en equipo. Asimismo, fue una linda oportunidad de integración en GEU para varios estudiantes.

5.       Nuestra confianza en la cosmovisión bíblica y el evangelio cristiano fue renovada y fortalecida. Nuestra confianza en la Palabra de Dios fue profundizada. A través del Festival experimentamos la realidad de “Dios en la universidad” de una manera fresca y cercana.

6.       Aprendimos a descansar en Dios y confiar más en Él. El festival fue un proyecto de fe. No teníamos todos los recursos, pero Dios fue fiel y proveyó para cada necesidad, en su tiempo perfecto. No teníamos la experiencia ni las habilidades, pero Dios nos capacitó.

7.       Aprendimos la importancia de escuchar a otros y estar abiertos a aprender de otros, tanto de nuestros compañeros no cristianos como de otros cristianos en la universidad.

8.       Aprendimos que Dios usa a aquellos que están dispuestos a ser usados por Él. El potencial de los estudiantes y de toda persona en Dios es increíble. Aprendimos a "esperar grandes cosas de Dios e intentar grandes cosas por Él".

Junio 2013

septiembre 17, 2012

El día que robé un quetzal (Q1)

El día que robé un quetzal (Q1) - Reflexiones sobre ciudadanía, ética y justicia

Era viernes, hace poco. Eran más o menos las 4:45 de la tarde y me encontraba en la universidad. Era hora de volver a casa y me dispuse a abordar un bus.

Mientras caminaba hacia la "parada", avisté un bus rojo de la ruta 203. No eran todavía las 5, pero sabía que el chofer iba intentar cobrarme de más. Aún cuando la tarifa autorizada para todo el día es de Q1, es sabido por todos que pilotos y ayudantes cobran desde Q2 hasta Q5 a partir de las 5-6PM, sin ninguna autorización que respalde una práctica a todas luces ilegal. Prácticamente se trata de una extorsión que termina siendo aceptada por los pasajeros. Hay un momento en el día que los ayudantes empiezan con su "2 vale, 2 vale", comunicándoles a los futuros pasajeros el nuevo precio. Durante los viajes en bus he comprobado lo siguiente: entre 4-6 de la tarde, aún cuando el piloto ya exija el doble pago ilegal, si uno solamente le da una ficha de quetzal, la recibe de muy mal humor pero no hace mayor problema. En cambio, si el pago es con un billete de Q5 o más, el piloto aprovecha para cobrar Q2 y sólo da Q3 de cambio. Exactamente eso pensé que podría pasar aquella tarde cuando me percaté que, desafortunadamente, no llevaba ninguna ficha sino sólo un billete de Q5. Lamenté la situación pero subí al bus con determinación, dispuesto a exigir lo justo si era necesario.

Subí, saqué mi billete de a Q5, se lo di al piloto, y ¿qué creen que pasó? Pues nada nuevo. Exactamente lo que había previsto: el piloto, con toda naturalidad, tomó el billete y me devolvió tres fichas de un quetzal. Ahí, en ese bus, a esa hora, el piloto estaba robando con total impunidad. Lo importante no era la cantidad, sino el hecho en sí.

Mi hermana siempre intenta contenerme cuando suceden cosas así -especialmente en los buses- porque no quiere que me meta en problemas. El hecho es que después de recibir el vuelto, con la mirada recorrí mi mano, y sólo vi tres fichas. Entonces, con voz sobria (creo) pero fuerte (creo), reclamé:

-Señor, falta un quetzal, sólo me dio 3.
-2 vale chavo.
-Me está cobrando Q2 y el pasaje cuesta Q1.
-2 vale chavo
-Señor, le estoy diciendo que me falta un quetzal.
-Ah hombre, 2 vale
-No señor, falta un quetzal. No sea corrupto.
-¡Qué %&·$ con vos! Si no querés bajáte. Dame las fichas, tomá tu billete.
-No señor, falta un quetzal.
-Tomá el billete hombre, ya.
-Señor, no sea corrupto, déme el quetzal que falta.

Luego de esta breve discusión, el piloto, evidentemente molesto, tomó dos fichas y me las dio. En el instante, me alegré al pensar que el piloto al fin había cedido y me daba lo que me correspondía. Pero rápidamente percibí su mensaje: "Aquí está todo tu dinero, así que bajáte del bus". Para ese entonces, sin embargo, yo ya había caminado hacia el fondo del bus, y pensaba en lo que había sucedido. Por un breve momento, pensé que el piloto enfurecería e intentaría bajarme del bus. Me tranquilicé al ver que ni siquiera vio el retrovisor. Y entonces gocé unos instantes de 'victoria', o así me pareció. No sentía que me había salido con la mía, pues simplemente había reclamado algo que era justo. En mis adentros, me felicité. Pero la armonía duró poco.

El piloto me dio dos fichas de 1Q. Ya me había dado Q3, por lo que ahora, en vez de tener un billete de Q5, yo tenía esos Q5 en fichas y estaba adentro del bus, como un pasajero más. Ahora resultaba que iba de gratis, porque tenía los Q5 con los que entré. Debatí conmigo mismo y concluí apologéticamente: "Yo sólo le pedí 1Q y me dio Q2." Consideré que tenía todo el derecho de permanecer en el bus. Sin embargo, a pesar de mis pensamientos iniciales, pronto empecé a aceptar, con dificultad, que tampoco podía viajar sin pagar -¡por más que nunca había sido mi intención hacerlo así! ¿Qué tocaba entonces? Pues pagar el quetzal. Ir con el piloto y pagarle la tarifa. Al principio rechacé la idea y me resistí con fuerza, porque no quería tomar la iniciativa con aquel piloto, pensando que no 'merecía' semejante gesto. Y entonces comenzó una lucha interior. Mi orgullo y la lógica de la situación me decían: "No lo devolvás, no fue tu culpa. No hiciste nada mal." Pero también había otros pensamientos en mí. Finalmente, envuelto en una lucha espiritual y desafiado por mis propias convicciones, supe que no había alternativa: la persona involucrada (el piloto) y mi percepción de ella no podían ser los parámetros para hacer o no lo correcto. Lo correcto debía ser hecho y punto.

Me gustó la idea pero no mucho lo que implicaba. Sin embargo, estaba decidido. Para entonces, el bus había recorrido un buen tramo y ya mero tenía que bajarme. Me preparé mentalmente imaginando la escena. Imaginé la reacción del piloto al verme de nuevo y reflexioné sobre la actitud con la que me acercaría y las palabras que usaría. Sin tiempo para más, metí la mano en la bolsa de mi pantalón, seleccioné una de las fichas y me dirigí hacia la entrada del bus. Recuerdo haberme sentido bien mientras iba caminando, como casi liberado de una carga, y satisfecho por lo que estaba a punto de hacer. Me acerqué entonces al piloto y le dije algo así:

"Me dio dos quetzales. Aquí le pago lo del bus."

El piloto me miró, me reconoció, y dijo algo entre dientes antes de voltear la cara. Cuando sentí, ya estaba afuera del bus, con la ficha todavía en la mano. La intención no había bastado. Me quedé parado un rato en medio del arriate, sintiendo una mezcla de enojo, decepción y confusión. Había llegado a mi destino sin pagar. El 'agente de justicia' acababa de robar un quetzal. Sentí cómo mi incongruencia me golpeaba en la cara.

Pero, ¿qué fue lo que salió mal? Alguien podría decir: "Pero si vos lo intentaste, ya si él no quiso aceptar la ficha es su problema." Es cierto que lo intenté. Es cierto que él no quiso recibirla. Pero debo reconocer que yo había previsto esa situación –que el piloto no iba a querer recibir la ficha- y había imaginado una alternativa. Si él no la recibía, yo iba a poner la ficha en esa cajita donde las colocan. Cuando el piloto efectivamente rechazó la ficha, yo no tuve la valía de colocar la ficha en la cajita ni quise insistir. Hubiera podido dársela al ayudante, o no sé. Algo hubiera hecho para no quedarme con esa ficha, para no cometer aquella injusticia.

Este suceso me dejó varias lecciones, de las cuales una resuena más que todas: es evidente que hace falta determinación para hacer lo correcto en circunstancias que nos invitan a relajarnos por el hecho de haberlo 'intentado' y no haber obtenido la respuesta o resultado deseados. Cuando subí al bus, sí que tuve determinación para defender mi derecho de pagar la tarifa autorizada, y discutí con el piloto hasta que me devolvió lo que me debía y aún más. Pero cuando me tocó reparar mi injusticia y defender el derecho del piloto –aún cuando era un piloto injusto también- ya no tuve la misma determinación, ni insistí con la misma fuerza. Es claro que si vamos a ser personas justas, debemos serlo sin restricción, y de comienzo a fin.

Por un lado, creo que mi injusticia es síntoma de una tendencia muy humana. Pero también creo que está alentada por los valores de nuestro contexto, por la cultura en que nos movemos. El Dr. Luis Mack -un reconocido sociólogo a quien tuve el gusto de tener como catedrático en la Escuela de Ciencia Política y ahora es un amigo- ha planteado el concepto de anomia regulada para describir y analizar la realidad guatemalteca. La palabra anomia es un término sociológico acuñado por Émile Durkheim que alude básicamente a una situación donde hay 'ausencia de normas' y por ende un ambiente de desorganización moral. La anomia 'regulada' sería entonces algo así como una ausencia de normas aceptada, una ilegalidad normada. El término encierra una clara paradoja: lo contrario a la ley se convierte en la ley. Todos estamos de acuerdo en que las leyes deben ser respetadas, pero al mismo tiempo, cuando nos conviene, pareciera que no tenemos ningún problema en aceptar ciertas prácticas ilegales y terminamos participando de ellas –un ejemplo que da el Dr. Mack es el de los carros que se paran en cualquier lado y sólo ponen las luces de emergencia o 'luces de impunidad' como él las llama. El poner las luces de emergencia no nos faculta para estacionarnos en cualquier lugar, pero como es algo que todos hacen, uno termina por aceptarlo y hacer lo mismo. Esa es la anomia regulada, y es una grave enfermedad de nuestra sociedad.

Estoy seguro que muchos tenemos cada día la intención y el ánimo de ser ciudadanos íntegros, pero nos topamos con un contexto hostil que nos impulsa precisamente a ser a lo contrario, y terminamos convenciéndonos de que es imposible actuar en justicia. Intentamos, pero lo hacemos sin convicción, sin algo que nos impulse a buscar lo justo hasta el final y hasta las últimas consecuencias. El resultado es el conformismo, una pasividad que hace mucho daño. Volviendo a la experiencia en el bus, no tengo duda de que, no importando las circunstancias, mi deber era dar esa ficha y pagar mi pasaje a como diera lugar. Hice bien en exigir justicia y no pagar una tarifa ilegal. Pero haber exigido justicia y luego quedarme con una ficha que no era mía, me mostró lo injusto que yo era en realidad. Me mostró que mi justicia se basaba algunas veces en mi percepción de la situación. Eso se llama ética situacional y contradice las pretensiones de la justicia y la esencia de la integridad. Todo esto me ha llevado a preguntarme: ¿Cuántas veces perseguimos una acción justa y terminamos siendo partícipes, directa o indirectamente, de una injusticia? O más ampliamente: ¿cuántas veces hemos hablado de lo justo y verdadero y tan fácilmente toleramos nuestra propia injusticia y la de otros? Esto va más allá de lo promovido en campañas como "Yo asumo" la puntualidad, el orden, etc., aunque esto sea parte. No es simplemente un compromiso con los principios que llevan al 'éxito' personal. Es una invitación a la contracultura. ¿Tiene un costo? Desde luego. ¿Es fácil? No. ¿Es posible? Sí. Podemos estar seguros que los actos de justicia que realicemos cotidianamente, pequeños o grandes, tendrán un impacto. Tienen el potencial de crear cultura e impulsar una manera diferente de hacer las cosas y de vivir la vida.

Por último, no puedo dejar de mencionar un profundo recordatorio que me dejó esta experiencia: este episodio en el bus nunca debió haber ocurrido. Sin ir tan lejos, si me hubiera subido a un Transmetro habría metido mi ficha y habría abordado el bus sin problema –claro que el Transmetro tiene sus propios desafíos. El punto es que el sistema de transporte público no puede seguir igual de corrupto y deficiente. Si sigue así, las injusticias serán infinitas y lo que podamos hacer al respecto será limitado. Al reflexionar en las innumerables situaciones de ilegalidad e impunidad que ocurren diariamente en los buses y en tantos otros espacios, he sido recordado una vez más de los grandes desafíos políticos que tenemos como sociedad. Si bien hay que tener esos desafíos bien presentes, el reto cotidiano para cada un@ de nosotros tiene que ver con servicio, integridad y justicia en nuestros contextos locales –casa, universidad, barrio, escuela, lugar de trabajo, iglesia, espacios públicos. Entre ciudadanos, y especialmente entre nosotros, los amigos y conocidos, fiscalicémonos los unos a los otros y exijámonos mutuamente un estilo de vida contracultural.

Por lo demás, cuando viajen en bus, siempre lleven fichas ;).

diciembre 24, 2011

Giro inesperado en Nochebuena

Esta noche pienso en María, la madre de Jesús, llegando a Belén luego de un largo viaje desde Galilea: con una panza de 9 meses, muy cansada, muy preocupada y con mucho dolor. Luego pienso en la angustia de José al ver el estado de María, nervioso y preocupado por el bienestar de su esposa y del bebé que está a punto de nacer. Pienso en los dos, en cómo desesperadamente buscan algún lugar seguro y cómodo para que María pueda dar a luz. Pienso en la oración de María: "Dios, estoy muy cansada y tengo mucho dolor, te ruego que podamos encontrar un buen lugar para que Jesús pueda nacer." Y tenía toda la razón para hacer esta oración: después de todo, ¡era el hijo de Dios quien iba a nacer!

Pero la historia toma un giro completamente inesperado: "No había lugar para ellos en el mesón." (Lucas 2:7b) María tenía a Jesús dentro de ella (literalmente). ¡El hijo de Dios estaba en su vientre! Aún así, leemos con gran sorpresa que no hubo lugar para ellos. Creo que en este relato podemos encontrar una gran lección sobre la vida cristiana: podemos tener a Jesús adentro, pero eso no significa que la vida sea fácil - ¡Que nos lo digan María y José! Me encanta el realismo con el que Dios nos anima a enfrentar la vida. Lo hermoso de esta increíble historia, es que a pesar de las dificultades, Dios igual cumplió su propósito: ¡Jesús nació de todas maneras! Y nació bien, y María también estuvo bien. Mi deseo en esta Navidad es que, a la vez que nos alegramos grandemente en la increíble salvación que Dios nos ha dado por medio de Jesús, asumamos el costo de seguir sus pasos en este mundo. No será fácil, como vimos, pero Dios cumplirá su propósito. Nos toca a nosotros, como a José y María, vivir vidas de fe que se prueben en la obediencia. Con todo cariño, Feliz Navidad :)

noviembre 05, 2011

Elecciones 2011: la opción confiable


Estamos a unas horas de la segunda vuelta electoral que definirá al próximo presidente de Guatemala. Desafortunadamente, no será una 'fiesta cívica' ni nada parecido. A diferencia de una competencia deportiva, en esta contienda la medalla de oro se la disputarán los peores. Los que nunca debieron llegar hasta allí. Los que se han presentado como todo lo que no son. Los que no han jugado limpio.

El presente proceso electoral ha sido quizá el más irregular y polémico desde el 'retorno a la democracia' en 1985. Cada vez más, los partidos políticos parecen ser concebidos y estructurados como empresas que compiten a muerte para ganar acceso al contrato más jugoso de todos, por 4 años. Los partidos, una y otra vez, nos siguen demostrando que, para ellos, el fin justifica todos los medios. El Partido Patriota y el Partido Líder han actuado precisamente de esta manera. A pesar de esto – o tristemente, gracias a esto- ahí están, peleando la presidencia.

Ante esta situación, much@s guatemaltec@s nos sentimos avergonzad@s al comprobar en qué se ha convertido nuestro sistema político, y estamos fastidiados por tener que elegir entre dos no-opciones. Para esta segunda vuelta, desde diversos frentes seguimos escuchando el llamado a votar. Ha surgido de nuevo el ya famoso: 'Votemos por el menos peor'. Esta vez, sin embargo, no podemos hacerlo. No podemos porque no sabemos quién pueda ser finalmente ese 'menos peor'. No estamos en la condición de predecirlo. Simplemente ninguno es ninguna garantía. Con las opciones que tenemos, me parece intolerable el argumento de 'No dejés que otros decidan por vos'.

En esta segunda vuelta, creo que debemos ser enfáticos en manifestar nuestro rechazo al proceso actual, como un paso simbólico para convertir ese rechazo en ciudadanía activa y permanente. Este derecho nuestro de elegir NO nos 'obliga' a votar por uno de los dos, y además, el acto de ir a votar es sólo un apéndice de lo que significa ejercer verdadera ciudadanía. Mi objetivo aquí no es invitar al abstencionismo. A pesar de lo viciado de este proceso, algo podemos hacer: acudamos a las urnas, pero para manifestar nuestro desacuerdo con las opciones existentes. En otras palabras, tomemos el tiempo y hagamos el esfuerzo de ir a votar. Pero no por Otto Pérez Molina, ni por Manuel Baldizón. 
 
Votar nulo o votar en blanco, en estas circunstancias, es una opción confiable. Nos asegura una doble conciencia: En un primer sentido, si votamos nulo o en blanco, ganamos en conciencia por decidir no aprobar con nuestro voto semejante circo político. En un segundo sentido, nos abre la oportunidad para tomar una conciencia activa. Porque votar nulo o en blanco no es lavarse las manos, o no debería expresar eso. Debería ser un acto simbólico que expresa un compromiso por involucrarse, por fiscalizar, por proponer, por demandar, etc., para que en futuras elecciones la historia sea otra, una mejor. Además, si en el conteo final de los votos, un porcentaje significativo son nulos y en blanco, esto sería un indicador de que l@s guatemaltec@s hemos crecido en conciencia, que hemos crecido en dignidad.

En un país como el nuestro, la idea del voto nulo o en blanco nunca ha sido popular. Tal vez si dejáramos de ser pragmáticos para todo, podríamos verle algún provecho. Pero no quisiera exagerar la necesidad o la importancia de votar nulo o en blanco. Lo crucial es que aprendamos a no aceptar lo que parece irremediable, y a no reducir nuestra responsabilidad ciudadana a un acto que realizamos cada cuatro años. Quede quien quede, nos toca trabajar duro por ver un país diferente, y esto es algo que nos compete a todos, todos los días. De cualquier manera, reconozcamos que existe una necesidad de que ejerzamos una ciudadanía más activa, y que podemos y debemos presionar por cambios a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, cambios que pueden ser pequeños pero significativos. Para las próximas elecciones, quizá podamos, como hizo esta comunidad en Colombia hace apenas una semana, aspirar a algo diferente.


 

 

septiembre 20, 2011

Etapas de la vida (Parte 2)



De aquella época, estoy seguro que Alex y Emy recuerdan el árbol en frente de la biblioteca en Bury Knowle Park, al que subimos interminables veces. Sé que recuerdan cuando vimos una película de 'miedo' a escondidas y luego no pudimos dormir. Sé que recuerdan cuando corrimos para llegar al colegio, pensando que íbamos tardísimo, y cuando llegamos no había nadie (el reloj de la casa estaba adelantado). Sé que se saben la música y el resto de la letra de: "Vivimos en una casa tipo amarillo, tenemos portón negro, balcones del mismo color…" (Una canción que inventamos yendo de camino a algún lugar). ¿Recuerdan cuando nos peleábamos por ir 'en la ventana'? ¿Recuerdan cuando nos juntábamos para hacer una tarjetita para los cumpleaños y aniversario de bodas de nuestros papás? ¿Recuerdan cuando hacíamos cara de sueño o actuábamos medio enojados cuando hacíamos el devocional familiar? Qué patojos. Sé que recuerdan todo esto.


Pues ese espacio de tiempo en el que más cercanía hemos tenido como hermanos –y por lo mismo el periodo de más emociones y tensiones– ocurrió ya hace largo. Desde que Emy entró a la universidad y al siguiente año lo hice yo, las cosas cambiaron. Más adelante, la experiencia de Emy viviendo en Antigua por su práctica universitaria y viniendo a casa sólo los fines de semana, anunciaba una época de cambios significativos en la dinámica fraternal. Y luego, la salida de Alex pareció apresurar lo que sabíamos que algún día pasaría, pero sobre lo cual no siempre hemos sabido sacar todas las lecciones. Nunca pensé que estaríamos juntos por toda la vida ni mucho menos, pero reflexioné poco en que muy pronto dejaríamos de estarlo. Son las etapas de la vida.


Creo que una de las tareas más decisivas que tenemos los seres humanos es aprender a reconocer las etapas de la vida en las que nos encontramos, para centrarnos en lo absolutamente crucial: la naturaleza de nuestras relaciones con los demás. Algo que me parece fascinante es cómo nuestros roles como personas van cambiando conforme pasa la vida. Hoy soy hijo, mañana quizá sea padre. Ayer era niño, hoy soy adulto. Tal vez algún día sea abuelo. Nuestro rol como familia y amigos de otros es más permanente, pero en cada etapa de la vida tiene matices diferentes. Con Alex y Emy seguiremos siendo hermanos siempre, pero se nos dio un tiempo (¡más de 20 años!) para serlo más cercanamente. ¿Qué hacemos con este tiempo que se nos da para relacionarnos con las personas? No es sólo una cuestión de darse cuenta de que hay un tiempo para relacionarse con determinados otros: lo que está en juego es nuestra manera de encarar esas relaciones.


Por mucho tiempo compartí la vida con mis hermanos, sin pensar demasiado en que las relaciones que estaba forjando con ellos estaban siendo determinantes para el presente y lo serían para el futuro. Apenas me detuve a pensar que nuestra etapa de hermanos a 'tiempo completo' no duraría para siempre. Sólo viví y compartí con ellos, e intenté ser un 'buen' hermano. Hasta que Alex se fue a Inglaterra, me di plena cuenta que había perdido ciertas oportunidades para mostrarle mi cariño o dar el ejemplo, pero lo que me pegó fuerte es que no había estado consciente de eso. Debo decir que estoy muy contento porque Emy, Alex, y yo tenemos una linda relación, que ha sido y mejor y mejor conforme los años han pasado. En medio de nuestras debilidades, Dios ha sido bueno, y nos ha dado la oportunidad de aprender unos de otros. Nuestra relación ha sido buena, pero algo nos ha cambiado: conforme hemos conocido a Jesús, hemos sido retados a llevar esa relación al nivel que Dios pensó para todas las relaciones: profundos vínculos en los que las personas se aman impulsadas por amor puro. Lo maravilloso es que cuando dos personas dan de sí, ambas terminan recibiendo, y lo que reciben es genuino. ¿Acaso las relaciones más significativas no son aquellas en donde hay un aprendizaje y un compartir recíproco? Busquemos esas relaciones. Hay que decir que no siempre recibiremos amor de vuelta, pero lo revolucionario del amor de Dios es que nos invita a amar de todas formas. El amor tiene un poder transformador.


Ahora que Alex regresa y que Emy todavía está en casa, quiero seguir intentando ser más que un 'buen' hermano. No lo intento en mis propias fuerzas, sino que quiero esforzarme en el amor de Dios. Ellos ya lo hacen así, y son una gran bendición para mi vida. Gracias Emy, gracias Alex, son un regalo inmenso. Este tiempo que todavía viviremos los tres en casa, quiero aprovecharlo para amarles más. Y quiero hacer lo mismo con mis queridos padres.


La oportunidad para forjar relaciones significativas con otros está entonces, en cada etapa determinada de nuestras vidas. Pero debemos tomar conciencia de los roles que estamos jugando (hij@s, herman@s, compañer@s, ciudadan@s) y de las relaciones que éstos implican. El tiempo para revisar nuestras relaciones es ahora. Es siempre. Que no se nos pase la vida sin habernos relacionado profunda y significativamente con otros. Que no se nos haga muy tarde para valorar el tiempo que tenemos con nuestros hermanos, con nuestros papás, con nuestros amigos, con la gente que compartimos. Decidamos amarlos hora.

 
"Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor."
1 Juan 4: 1-2

septiembre 19, 2011

Etapas de la vida (Parte 1)


El 26 de octubre del año pasado fue un día como todos los demás, sólo que diferente. Finalmente, dos semanas después de lo previsto, partía por un tiempo mi amigo Alex Ortiz, quien en realidad también es mi hermano. El 'Alejo', como a veces le llamo, viajaba a Inglaterra como parte de un programa de voluntariado. Se iba casi por un año, a compartir y repartir vida entre otros. Realmente me sentía feliz, y toda la familia compartía este sentimiento, pues sabíamos que sería una experiencia de vida profundamente transformadora.


Como agua entre las manos, el tiempo se ha ido rapidísimo, y el querido Alex está a punto de regresar a Guatemala. ¡Estamos espérandolo con muchas ganas! Y estamos felices y agradecidos porque la experiencia que ha tenido allá ha sido maravillosa. Hoy, sabemos que Alex sí vendrá de regreso en la fecha prevista, pero cuando se fue, no estábamos seguros de que regresaría. En ese contexto de incertidumbre y de inminente separación familiar, escribí lo siguiente:


'Me invade una aguda nostalgia, porque creo que el viaje de Alex marca el comienzo de un final: hoy me encuentro a las puertas del fin de una etapa maravillosa en la cual tanto Alex como Emy como yo hemos estado juntos; una etapa en la cual hemos tenido el diario privilegio y desafío de ser hermanos, de ser parte integral de la vida de unos y otros. El camino -como todo camino- no ha estado exento de momentos difíciles y tensos, pero ha sido uno que ha dado gusto caminar. Ha sido un camino que hemos recorrido y construido juntos, de la mano de esos maravillosos padres que Dios nos ha regalado.


Hablar de esto viene porque hay una posibilidad de que nunca más tengamos de nuevo la experiencia de vivir juntos, tal y como lo habíamos hecho hasta este año. Ahora que leo esta última línea siento que transmito la idea de alguien que cada día anhelaba esa experiencia con sus hermanos y siempre se detenía a pensar acerca de la etapa que vivían juntos. No precisamente, pero tampoco no rotundamente. Quiero aprovechar entonces esta coyuntura para darle una mirada a nuestro pasado, y reflexionar sobre cómo hemos canjeado estos cupones de vida compartida.


En materia de hermanos y hermanas, la experiencia de cada persona es singular; a mí me tocó vivirla en medio de ella y de él. Emy nació primero, luego yo, y por último, last but not least, Alex. Entre los tres apenas nos separan 2 años 10 meses, y eso nos ha situado en procesos generacionales similares. Los Ortiz Escobar son una mujer y dos hombres, y eso implica que la cuestión de género también ha jugado su papel, en cuanto cada sexo implica intereses y actividades particulares. A medida que hemos ido creciendo, hemos ido definiendo y redefiniendo nuestras relaciones, a través de las actitudes, acciones e intercambios entre unos y otros. Pero esa forma de vida, –que de hecho es la única que conocemos-, esa convivencia permanente, empieza a dar muestras de cansancio. Y no porque haya corrido mucho o muy mal, sino porque empieza a pasarle la estafeta a los cursos de vida particulares.


¡Cómo ha pasado el tiempo! Por más que lo intento no puedo recordar a la pequeña Emy cargando al diminuto Alex o al cabezón Isra, pero una foto y las memorias de nuestros papás dan cuenta de cómo ella se pegaba al vientre de mamá esperando nuestra llegada al mundo, y de paso, nuestra irrupción en su vida. Ya salidos, ¡me imagino que nos quería de regreso en el vientre! Puras bromas, ¡cómo amó Emy a esos bebés! En esos primeros años, todo lo hacíamos juntos. Cuando Alex tenía dos años y medio, a los tres nos empezaron a llevar al mismo lugar cinco días seguidos a la semana, muy temprano en la mañana, y nos hicieron vestir un suéter rojo. Con el paso de los años, el suéter cambió de color un par de veces, pero siempre lo llevamos. Luego llegó un buen día y nos lo quitamos de una vez y para siempre. Pero fue en todo este tiempo de escuela –unos 15 años- que vivimos juntos más intensamente.'

Parte 2 http://apartir-deahora.blogspot.com/2011/09/las-etapas-de-la-vida-parte-2.html